Bee
Administrator
Posts: 664
|
Post by Bee on May 31, 2019 18:19:30 GMT
|
|
Bee
Administrator
Posts: 664
|
Post by Bee on May 31, 2019 18:23:04 GMT
Cuatro Soberanos llegaron a la Tierra de Mirovia con la tarea de revivirla y protegerla. Por 200 años su tarea fue la más noble, admirada por Mirovia, agradecida por muchos. Fueron dos siglos de plenitud en los cuales la isla creció en su población recibiendo a arcanos del mundo exterior para ser por siempre un refugio y un hogar en donde hallarían entendimiento de seres como ellos.
Eran el valor del Sol, la fortaleza de la Nieve, la sabiduría de la Tierra y la bondad de las Flores lo que mantenía en alto la paz y convivencia en el lugar. Pero, los guardianes aún cargaban el pesar de sus pasados, de lo que habían dejado atrás y lo que perdieron en el camino antes de convertirse en los protectores y vehículos de los Dioses. Guardaban los secretos de su dolor por las noches; en la pasión de una pelea, en la música, el estudio y la danza. Sólo era cuestión de tiempo para que se quebrara la pared que se había levantado a los rincones de sus corazones.
El pesar fue mucho para algunos... Llegó el día en que el Soberano del Otoño abandonó Mirovia sin rastro alguno... No volvió a saberse de él. Fue ahí donde el balance creado por los Dioses comenzó a desmoronarse; un destino distinto se creó, cimentando un camino desequilibrado por el cual andarían por mucho tiempo hasta no encontrar un puente a la paz.
Por un tiempo las cosas parecían estar en total control; no estaba el Soberano del Otoño pero no parecía hacer falta... al menos no para Gobernar. Sin embargo, su ausencia causó una ruptura en los hilos del destino de los tres Soberanos restantes y fue en esa ruptura que Mirovia se dio cuenta que algo no andaba bien. Fue entonces que Lysander Velfast entró para hacerse cargo, tomando poder de Mirovia al ver que los Soberanos no eran capaces de llevar las riendas solos.
Esto dividió a Mirovia; hubieron quienes apoyaron la decisión tomada por el Lord de Reapergate, mientras otros, fieles a la decisión de los Dioses y a sus Soberanos se resistieron ante ello terminando en agrupaciones dispuestas para cualquier enfrentamiento que surgiera. En general, el sentimiento Miroviano decayó, causando que la oscuridad comenzara a tomar posesión de la isla, como si tuviera mente propia.
Los Soberanos se aislaron a sus culpas y temores; Asthur se exilió a su Templo, quedando en soledad sin poder concebir lo que estaba ocurriendo en Mirovia, Ajani desapareció después de su alianza con Lysander Velfast, y Aesther comenzó a viajar por Mirovia, buscando respuestas sobre un misterio que aquejaba su mente.
En esos viajes se reencontró con Black Stag, un ser que todo Mirovia conocía como el Emisario de la Muerte, un ser que era temido por su relación con las sombras y la partida de las almas de los arcanos... Un ser que había estado observando por 200 años, y en todo ese tiempo intentó comunicarse con la Soberana para advertirle sobre un pasado previo a su llegada, un pasado que sólo trajo muerte y olvido a su paso. Un ser que terminó enamorándose de ella pero sobretodo que creía que escucharía a la historia de su pasado.
Aesther creyendo que tenía al fin la respuesta para traer paz a Mirovia compartió esta información con el resto deseando remover el estigma que había sobre la figura de Black Stag pero también, incentivando al arreglo de las diferencias que estaban separando a Mirovia.
Esto causó que se dividieran las masas, generando un conflicto social y político que terminó por generar el surgimiento de dos movimientos: Los Invictos, siendo aquellos que recibían los cambios y confiaban en las reformas de Lysander Velfast y la Resistencia, aquellos que mantenían su fe y lealtad al destino impuesto por los Dioses sobre los Soberanos restantes.
|
|
Bee
Administrator
Posts: 664
|
Post by Bee on May 31, 2019 18:24:26 GMT
Entre la muerte, las cenizas, los sollozos y la completa incertidumbre de lo que depararía el futuro, los Mirovianos sufrían. Fuese en silencio, levantándose en armas para resistirse a un cambio que imponía turbios cuestionamientos o sumándose a una revolución que prometía cambiar el mundo como era conocido... Fuese como fuese... había dolor. El rencor y el odio se hicieron parte de muchos arcanos, asentándose en lo más profundo de sus almas y como suele ocurrir cuando eso pasa, estos sentimientos comenzaron a alimentarse de sus espíritus encausando su voluntad hacia la violencia.
Se alzaron las armas, se alzaron los ecos de las bestias reclamando su tierra, desgarrándose por lo que cada quien consideraba justo y certero. Es así como es la guerra… un lugar al que se llega cuando no hay salida, un lugar en donde lo único que queda es la sangre derramada. Son los inocentes los que terminan por sufrir, los que observan a lo lejos entre el temor de no poder ver un mejor mañana y lamentablemente para muchos ese miedo se volvió una realidad.
Desde los rincones ancestrales de la mente de Lysander Velfast se encontraba el plan que desde hace ya muchos años llevaba maquinando. La toma de Mirovia; una tierra que había sido entregada a almas jóvenes, inexpertas y sobre todo… débiles. Estaban cada vez más cerca de perderse… casi podía saborearlo… la caída de los Soberanos. Con la alianza entre Aesther y Black Stag era evidente que los Soberanos ya no poseían la bendición de los Dioses… A su causa se habían sumado demasiados… muy a pesar de los rumores sombríos que lo rodeaban, Lysander Velfast se alzó entre la perdición para ser una luz para muchos. Era en él donde veían el futuro, en donde veían un verdadero propósito. Los tenía comiendo de su mano; justo como debía ser.
Pero las ideas eran contrarias… muy contrarias. Del otro lado se encontraba la Tormenta Aullante, con Fauce del Norte y Diana siempre leales a la Soberana pero sobretodo siempre en contra de los caprichos de Lysander Velfast. Resistiéndose también Iphine, la alcaldesa de la Ciudadela y la reina de Aqualia, Ast, quienes formaron una Alianza para sumarse a la Resistencia. Inevitablemente la frustración y el miedo terminaron por ganar… Por un lado se encontraba el hambre por poder… tan peligrosa, tan seductora cuando se sabe dominarla y por el otro la lealtad, una cualidad que al ser retada es igualmente destructiva. Fue así que chocaron ambos bandos. Tanto Invictos como miembros de la Resistencia salieron a pelear por un Mirovia mejor. En esta lucha no hubieron reservas; las almas de quienes pelearon chocaban entre la violencia y la frustración. Los campos se tiñeron de rojo, marcando así una historia en su suelo, despertando a los fantasmas del pasado, a los seres que tan sólo deseaban evitar que la historia se repitiera.
La ira despertó a la desolación; hizo retumbar los pilares de la historia.
Y entre la historia viene el destino… y el destino de un ser que debió llegar a Mirovia para acabar con ella cambió por completo, desobedeciendo los deseos de los Dioses por haber encontrado en esa tierra que presumía de ser maldita algo tan valioso que no pudo desviarse de su nuevo camino. Cosmo, un pequeño unicornio, hijo de las estrellas, un ser de luz que cayó a la tierra encomendado por los Altos. En un ser tan inocente y tan pequeño recaía la responsabilidad de destruír la barrera protectora de aquél sitio que terminó por hacer a un lado su encomienda divina y comprometerse a las personas que había conocido al llegar entre ellas, la Soberana Aesther y Black Stag. En ambos vio un amor profundo, fuese entre ellos o por Mirovia, pero apenas lo que su puro corazón podía distinguir era ese amor que no podía traducirse en nada más que pureza y bondad. Al forjar estos lazos conoció de su causa, conoció de su sufrimiento y de la profunda preocupación por la guerra. Cosmo decidió brindarle de su poder a la Soberana y auxiliarla en su encomienda. Otro fiel aliado a la lucha fue la gárgola Avalón que fue encontrada por Aesther y Black Stag mientras el resto de Mirovia mantenía los oídos cerrados ante el terrible porvenir que les esperaba. Con la ayuda de la gárgola, Aesther obtuvo aún mayor poder que vendría de uso para lo que ocurriría durante la batalla.
Se hizo realidad lo que la Soberana tanto temía; la muerte. Sus palabras fueron en vano… los esfuerzos de Black Stag por advertirle… todo fue en vano. Ocurrió lo que por siglos se intentó evitar… sintió culpa. En un intento por arreglar las cosas, Aesther decidió que algo debía hacerse. El errante junto con la Soberana de la Primavera y Cosmo, hicieron acto de presencia en medio del campo de batalla. Ambos bandos se detuvieron por primera vez en días y el silencio por breves instantes reinó. La voz quebrada de la ninfa intentó calmar los espíritus dolidos de los mirovianos… fuesen Invictos o miembros de la Resistencia, los veía por igual… como las víctimas de los errores cometidos por ella y el resto de los Soberanos. Era responsable. Sin embargo sus palabras no detuvieron la lucha, fueron más bien combustible para luchar aún más; por ella o en su contra.
Aesther intentaba detener la batalla alzando a la naturaleza para llegar a su ayuda pero no era suficiente. La Soberana terminó herida, muy a pesar de los intentos de la Resistencia y el errante por mantenerla a salvo. Desesperado, Black Stag intentó protegerla a toda costa llevando la capacidad de sus poderes al límite. Su voz resonó en las conciencias de toda Mirovia, haciendo eco del cólera por la impertinencia a su alrededor. Todo paró. Entre los brazos del errante, se encontraba la ninfa, una vez primavera, una vez vida… pero habiéndose separado de las bendiciones de los Dioses, los años comenzaban a cobrar la deuda de su existencia. Algo debía hacerse para detenerlos, algo debía ocurrir para que las cosas fueran diferentes… debía haber un cambio pero ese cambio no estaba dentro de Mirovia.
No lo sabían pero el choque de tantas fuerzas, de tantos seres enfrentándose, dando todo de sí mismos creó una fisura en el campo de energía que por siempre había protegido a Mirovia del mundo exterior. Una barrera que desde antes que los cuatro Soberanos pisaran la tierra gris, había existido y había protegido a sus habitantes previos. Como es bien sabido… quien desconoce su historia termina por repetirla… y es precisamente lo que estaba ocurriendo en aquél momento. Antes de que esta guerra se desatara, antes de que los pies descalzos de cuatro jóvenes ajenos a esa tierra pisaran el campo infértil, la desgracia ya había tomado lugar en aquél sitio.
Fue la sed del poder, el egoísmo y la incapacidad de cuidar lo otorgado por lo divino lo que llevó por primera vez a un Mirovia antiguo a la ruina. Surgiendo de la primera ruptura de la barrera fue que surgieron los seres de ceniza; almas miserables que se quedaron atrapadas en medio de la vida y la muerte, en una perpetua sinfonía de llantos y gritos que repetían una y otra vez las desgracias que vieron ocurrir. Y con ellas… el errante… Black Stag, un ser que trascendió las energías, cuya magia se hizo casi infinita que terminó perdiéndose en el tiempo, buscando una salvación entre los seres nuevos que avistaron sus ojos siglos atrás… Y entre el tiempo y el espacio que fluctuaban en el caos de su existencia fue que vio una luz, una luz que persiguió durante 200 años… ella... Durante todo ese tiempo, los seres que todos los mirovianos creían venían desde los rincones más oscuros del infierno, no eran más que nobles y atormentadas almas que sólo buscaban advertirles… Ayudarles a no repetir los mismos errores… Pero el miedo causó necedad y la necedad llevó a la tragedia.
Entre las corrientes que ataban cada uno de los caminos de las ánimas que habitaban aquella tierra ya abandonada por la luz divina pudo sentir que la energía de ese campo había cambiado… Y la muerte… muchos arcanos perecieron ante el desbalance de esa magia… Era tal vez su única oportunidad… Vio en los ojos de Aesther un profundo amor por esa tierra… por ella... Aún entre sus brazos tomó su mano; nunca habían estado tan cerca la muerte y la vida de ser una sola. Era lo que tenía que pasar. Perderían mucho pero era todo por ganar un mejor futuro.
Un gran destello por momentos cegó toda una tierra. Las fuerzas y la magia de Black Stag, Cosmo y Aesther llegaron al punto de quiebre, todo con tal de desaparecer la barrera que los había estado aislando del mundo exterior por tanto tiempo. Debía suceder… encerrados en un paraíso, del cual no podían salir, atrapados con una silenciosa amenaza. Nadie había salido con vida de Mirovia… hasta ese momento. La cúpula que hasta ese entonces había sido invisible comenzó a agrietarse, iluminándose en el cielo mientras poco a poco iba rompiéndose hasta desaparecer por completo. La barrera dejó de existir y poco a poco la isla fue tomando lugar visible en el mundo mortal.
Al fin eran libres…
Podía sentirse una nueva energía; como había sido antes, los cielos se despejaron y la oscuridad perpetua abandonó la tierra que una vez tuvo tanta vida. De pronto el aire se había hecho más ligero. Pero… hacía falta algo. La Resistencia se detuvo al momento en que vieron el cuerpo de la ninfa Aesther caer al suelo, su cuerpo inerte, con la piel pálida y fría, se hallaba sobre el césped, donde cientos de flores comenzaron a crecer, como si la reclamara la tierra, como si siempre hubiera sido de ella. El errante cayó a su lado, acariciando la mejilla de la mujer, poco a poco cubriéndose con ella entre la flora que en poco tiempo los desapareció de la vista del resto. Cosmo el unicornio recibió el impacto de la luz, cayendo también cerca de ellos, víctima de la energía y tal vez también castigado por los Dioses por haberlos traicionado.
La pérdida de quien había sido símbolo de la pureza del lado de quien había sido para muchos todo lo contrario… Se habían sacrificado por darle una oportunidad más a Mirovia… pero esta vez, sería la última. Por parte de la Tormenta Aullante, Fauce del Norte y Diana se encontraban afligidos, muy a pesar del cansancio por la lucha acallaron por las muertes de quienes los habían salvado de perderse en la batalla. Ajani, el Rey del Sol, sintió una pena profunda, y así, el resto de quienes se encontraban en aquel campo.
Sin embargo, en el corazón que ya por muchos siglos había dejado de palpitar hubo resentimiento, odio… enajenación por cobrar vidas. Se habían revelado una vez contra él, ¿qué garantías había de que no volverían hacerlo? Por más que los líderes de la Resistencia insistieran en que respetarían los acuerdos para mantener la paz, para Lysander Velfast no era suficiente. Debían morir, todos, todos aquellos que se opusieron a su mandato, todos aquellos que no creyeron en él, todos… Porque a su razonamiento habían sido sus dudas y su necedad por negar los cambios lo que había llevado a la ruptura del campo y a la muerte tan trágica de la Soberana y de Black Stag… recién considerado mártir de la lucha. Volvería a suceder, estaba claro; en cualquier momento fuesen los lobos o fuesen los viejos líderes políticos de Mirovia… No respetarían su mandato; lo mejor sería cortarlos de raíz. Eso era lo que atravesaba la mente de Lord Velfast, un hombre práctico que tenía bien claro lo que deseaba para el futuro de Mirovia.
Incluso para Lysander Velfast tales pensamientos eran demasiado turbios… necios… pero no había nada que lo hiciera cambiar de parecer… al menos no hasta que sus oídos fueron acariciados por las suaves palabras de una mujer… una humana que había corrido con la suerte de llegar hasta Mirovia. Una mujer que había logrado conocer más allá del ser apartado y altivo, que había visto los tintes de su corazón y los había resguardado entre sus manos; Allegra. Su bondad logró calmar el cólera del Lord, haciéndolo ver con claridad que en la muerte y la venganza tan sólo habían obstáculos. Tal vez en su corazón no había cabida para apaciguar el rencor pero sí para tolerar en los años venideros una tregua que lograría al fin llevar a Mirovia a un futuro más brillante y mejor.
Al fin, la paz reinaría… Se firmaron tratados que prometían la sana comunicación entre todos y un final a la división de ideales que, cada quién seguía conservando pero al final de la pelea fue posible que miembros de ambos bandos se reunieran para llegar a acuerdos que beneficiaran ambos lados. Gracias a esto, Mirovia al fin abrió los canales de comunicación con el mundo exterior, al fin, los pequeños avances tecnológicos de los que gozaban pudieron ir a la par con el mundo de afuera y fue así que con el paso de los años, arcanos y humanos vivieron como iguales, en una tierra que por mucho tiempo fue un santuario pero también una prisión para aquellos seres perseguidos que huían de la condena y de la muerte.
Aquellos infectados por la enfermedad de la ceniza se curaron gracias a las almas que al fin pudieron descansar pero así como hubo salvación para ellos para otros no hubo oportunidad de vivir un mejor futuro. Muchos de aquellos que dieron todo en la batalla y no vieron con sus propios ojos que al final de todo no fue su lucha lo que los salvó, sino la piedad de dos seres que se sacrificaron por todo un pueblo. Por otro lado, la ruptura de la barrera causó que el tiempo alcanzara a Mirovia… el flujo de energías se materializó de tal forma que causó grandes destrozos a las afueras de la Ciudadela donde muchas personas tomaban refugio e incluso en algunos sitios cercanos a las villas. Tal energía se manifestó como una luz que arrasó a su paso con bienes materiales, destruyó campos y construcciones. Algo que también todos desconocían pero en poco tiempo descubrirían era que la barrera también los protegía del tiempo. En Mirovia los años transcurrían más lento brindándoles una vida más longeva a sus habitantes… la ruptura de la barrera causó que el tiempo viniera a cobrar presencia, alcanzando a muchos y llevándoselos por haber vivido más de lo que les correspondía. Hubieron grandes pérdidas ese día; más de la mitad de los mirovianos perecieron al ser alcanzados por el tiempo, pero aquello no fue más que consecuencia del destino y también parte de un sacrificio que traería para futuras generaciones un mejor futuro.
|
|